Dharma, Karma y Samsara

Creencias

Los elementos centrales del hinduismo, y los realmente comunes a todas las sectas y observancias, son tres:

1. Dharma

El Universo tiene una ley eterna, Rta, que aún cambiando se cumple sin falta. Es un ritmo de creación y destrucción, en el que después de una kalpa (mil edades de 4 milenios), dioses, mundo y hombres se reabsorben en la pralaya (= descanso) pero sólo para reiniciar de nuevo. Cada hombre tiene entonces que “sostener” (= dhar) su parte del universo, cumplir su destino, actuar su deber propio e intransferible, el svadharma. Ello implica observar la práctica religiosa, pero sobre todo asumir la responsabilidad que le corresponde a cada uno en su sexo, casta y condición, para apoyar la armonía del universo.

2. Karma

La existencia presente está condicionada de antemano. No se puede elegir quién se es, pero nuestros actos (= karman) incorrectos “marcan” el cuerpo sutil con impurezas que se presentan en la existencia futura, así como los buenos nos “adelantan” en la cadena de la existencia. La ley del karma es una especie de ley de la causalidad: toda acción tiene su reacción en esta vida o en una próxima.

3. Samsara

La cadena (= smsar) de existencias sucesivas es una ley para el jiva (= alma individual o cuerpo sutil que envuelve al atman o “sí mismo”). El karma presente no se puede cambiar, pero sí el futuro. Avanzando por distintos rangos de la existencia, aceptando el karma y actuando el svadharma, el creyente aspira a llegar a la mukti (= liberación) y reposar fundiéndose en el Absoluto impersonal o fusionándose con Vishnú o Siva; en el fondo, el entorno al que se enfrenta la jiva en cada existencia es ilusión (= maya), pues es un velo a la auténtica realidad del Absoluto. Algunos santos elegidos (= siddha, o “perfectos”) vuelven a encarnar, pero con un cuerpo no kármico, para ayudar a los hombres a liberarse más rápidamente.


El Karma en el Bhagavad Gita

El conocimiento es superior a la acción, pero ésta es superior a la inacción. Si se funden conocimiento y acción, la perfección puede alcanzarse, por cuanto la recta acción exige el conocimiento como condición previa y éste a su vez engendra un tipo de acción peculiar, diferente de la del hombre común (B.G., V, 4-5). Por eso las críticas a los recitadores de los Vedas--que en su ignorancia creen consagrarse a la devoción pero están cegados por su ansia de alcanzar el svarga (B.G., II, 42-47)--se hacen comprensibles como algo no necesariamente contradictorio con el "espíritu vedántico" del que hablaba Aurobindo.

Aunque el dharma de Arjûna, punto de partida para su práctica del yoga, es adecuado para su casta y su posición social, no se trata sino de un primer nivel. Pues el hombre no pertenece esencialmente a una casta: es espíritu, y su condición social, ética, su temperamento, están en función de su realización espiritual(21), y a su evolución en la presente vida y a lo largo de las próximas se dirigen sus enseñanzas.

Pero al revelar un proceder, Krishna revela su naturaleza ante Arjûna. Aquel que creía su amigo y auriga se revela como el sostén del universo y causa última de todo lo existente. Desde la verdadera naturaleza de la inmortalidad Krishna lleva a cabo un progresivo esclarecimiento de sí mismo hasta que en el canto XI Arjûna experimente la visión extática de Krishna.

Existe un paralelo entre la revelación de sí mismo y la del dharma en su más alto sentido como yoga que realiza Krishna. Ambas líneas coinciden en última instancia, como las paralelas en el infinito: en Krishna como Izvara o divinidad en sí misma, que es el camino. Esta línea, comprendida progresivamente,marca el ascenso de Arjûna en el moksha, que exige también comprender que la multiplicidad de dioses es maya y que todas las formas rituales no son sino máscaras de Izvara. El eje de dicha línea es lo que Aurobindo denomina regla fundamental del karma-yoga: liberar la voluntad personal y todo el ser de deseos e intereses personales(22).

Extracto del trabajo mográfico de Lourdes Rensoli Laliga

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