Un guía espiritual del fin del mundo.



Ayer almorcé con mis amigas espirituales de toda la vida, Maria y Mónica. Ibamos a celebrar el inicio de un nuevo año juntas. Unidas desde la universidad del Salvador, que nos convocó a estudiar el instructorado de Yoga, de la mano de un jesuita visionario e interreligioso, como el Padre Quiles. Apenas llegamos, comenzamos a hurgar en la biblioteca de Maria, quien nos prestó títulos muy significativos, como En busca de espiritualidad  de Ronald Rolheiser, un libro que comencé a leer ayer en el colectivo de regreso a casa y que por cierto me cautivó apasionadamente. Recorrimos su casa, cada rincón engalanado por una imagen santa, flores y mucho color.


Llegamos a su cuarto rosado, nos mostró su rincón de meditación y oración y rápidamente, con esa naturalidad que la caracteriza, tomó agua bendita y nos bendijo a cada una ,con la más alegre y profunda de las bendiciones. -Y ahora por favor bendíganme a mí ,chicas- Y allí las tres, sumidas en la más hermosa cotidianeidad, nos acercamos como cada miércoles desde hace ya casi veinte años , a preparar nuestro almuerzo, con abundante comida, un rico postre y la más tierna de las compañias.



Amigas unidas por la práctica del yoga, por la fe cristiana y por el amor pasional a servir y darnos por entero. Nada más fuerte en esta tierra. Y mientras disfrutabamos de nuestra sobremesa
entre madalenas con dulce de naranjas y cayote, María recordó el cónclave y encendíó el televisor para ver al nuevo Papa. Una llamada me llevó a hablar en la cocina y de pronto, los gritos desenfrenados de Maria, inundaron toda la casa. Yo no entendía muy bien qué pasaba ,ya que estaba al teléfono, atendiendo a un alumno. María corría, deseperada de alegría, recorriendo a gritos el patio y la sala.

Corté y sus gritos al bajar por la escalera, eran la expresión de júbilo más desbordante, de aquella fe que ahora se hacía tangible en su elegido -es Bergoglio, es Bergoglio, el papá es argentino-!!!!!!!!  

Abrió las ventanas de su casa y gritó a viva voz, la buena nueva, a todos los que pasaban por allí. Y en ese ambiente de esperanza, alegría y sorpresa comenzamos a entender, que algo distinto había sucedido en ese día. Estabamos juntas, compartiendo un día histórico, en el que por primera vez, un jesuita, un latinoamericano, iba a ser el guía espiritual , de una humanidad sedienta de justicia social, de fe y de interioridad... desde aquí... desde el fin del mundo.


Adriana Paoletta

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