Cambiar es incómodo, pero vale la pena
Dispenza está doctorado en Quiropráctica por la Life University de Atlanta, es as autor de Desarrolle su cerebro, la ciencia para cambiar la mente y fue uno de los científicos consultados en la película ¿Y tú qué sabes? (What the bleep do we know?). En estos días llegará por primera vez a la Argentina, donde el viernes 26 y el sábado 27, en el hotel Panamericano de Buenos Aires, dictará un seminario sobre el tema Cambiar al yo.
En 1986, Dispenza tenía 23 años. Era un atleta y profesional exitoso y durante los tres primeros meses del año se había concentrado en una meta: participar en el triatlón (carrera, natación y ciclismo) de Palm Springs, el 12 de abril. "Disputaba la última prueba, ciclismo, cuando vi un destello que me pasó por el costado. Lo siguiente que supe fue que estaba volando, separado de mi bicicleta por un auto colorado todoterreno. Aterricé muy mal y después reboté y rodé de manera incontrolable hasta que apareció un Ford Bronco que aplastó mi bicicleta y estuvo a punto de atropellarme, pero la conductora frenó a tiempo y yo seguí rodando y rodando unos cinco metros más sobre el pavimento", recuerda.
Después de 20 minutos que le parecieron horas, una ambulancia lo llevó al hospital John F. Kennedy. El diagnóstico de los cuatro cirujanos que lo atendieron coincidió en que debía operarse inmediatamente para implantarle las barras Harrington, unas varillas metálicas de 30 centímetros que acompañaban el recorrido de la columna desde la base del cuello hasta la base de la columna. "Sabía lo que eso significaba, la posibilidad de vivir con una incapacidad permanente y, lo más probable, con un dolor constante. Pero sabía por mis estudios que a determinado nivel el cuerpo sana al cuerpo, que la manera como pensamos influye en nuestra recuperación y decidí ayudar a mi cuerpo a sanarse", agrega.
¿En qué consistía?
Incluía una dieta adecuada, meditación, autohipnosis, flotar en una colchoneta. Y así, poco a poco comencé a nadar y a gatear imitando los movimientos de un bebe. A las nueve semanas me sentaba y nadaba perfectamente, y a las diez semanas me puse de pie y volví a mi trabajo. Pero lo fundamental: tenía una inquebrantable fe en mi recuperación. A causa de todos estos procesos decidí estudiar lo que denominamos remisiones espontáneas, personas que se habían curado cambiando su manera de pensar.
¿Qué descubrió?
Que compartían cuatro cualidades o creencias:
Primero, que existe una inteligencia superior innata que nos da vida y puede sanarnos;
Segundo, que los pensamientos tienen realidad y afectan a nuestro cuerpo;
Tercero, que podemos reinventarnos;
Cuarto, que cuando meditaban o imaginaban estos temas podían perder completamente la noción del tiempo.
Tradicionalmente, los neurólogos sostuvieron que la personalidad ya está formada antes de los 35 años y esto significa que tenemos los circuitos mentales definitivos, el cableado, y que hasta el fin de nuestros días vamos a pensar, sentir y actuar de la misma manera. Sin embargo, estudios recientes demuestran que siempre es posible cambiar la personalidad, en todas las etapas de la vida, no importa la edad.
¿Cómo hacemos para cambiar nuestra personalidad?
?Debemos practicar lo que denominamos ensayo mental.
Comenzamos por imaginar otra personalidad, nos reinventamos, y empezamos a actuar como si fuésemos de otra manera. Al hacerlo se crean nuevos circuitos mentales, los antiguos se silencian, y poco a poco vamos cambiando nuestra manera de ser. Resumiendo, nos conectamos con esa inteligencia superior innata y le cambiamos su programa, y al hacerlo cambiamos nuestro cerebro. Es un cambio muy profundo e importante y lleva tiempo.
¿Qué hacer si nos asalta el desaliento, el miedo?
?Es muy posible que tengamos crisis, que de pronto nos asalte la idea de que todo ese esfuerzo no tiene ningún sentido, que es mejor volver atrás, a lo conocido, que, si bien no es óptimo, por lo menos es seguro. Pero eso no es algo nuevo, ocurre en algún momento de la realización de todo proyecto de cierta trascendencia, desde estudiar una carrera hasta cambiar de trabajo. Pero debemos aprovechar estas crisis como nuevas oportunidades para desactivar los mecanismos que impiden el cambio.
¿Qué pasa si no sabemos muy bien cómo queremos ser?
Podemos tratar de cambiar lo que no nos gusta de nuestra personalidad. Y así iremos vislumbrando y comprendiendo cada vez con mayor claridad cómo queremos ser realmente.
Una reflexión final?
A veces escucho que la gente quiere ser feliz, pero que no tiene constancia ni voluntad para realizar el esfuerzo que lleva al cambio. Realmente cambiar es incómodo, pero vale la pena. Hay que tener muy claro desde un principio que significa un esfuerzo, un esfuerzo de todos los días, de cada momento. La tarea es, ni más ni menos, desarmar un sistema de mecanismos automáticos que nos hicieron infelices durante años y reemplazarlos por otros que nos harán felices.
Comentarios
Joe Dispenza, también ha pasado por Barcelona y somos tanto mi marido como mis hijos y yo, verdaderos seguidores suyos.
Te hago una preguntita, te importa que publique en mi blog tu entrada?
un abrazo muy fuerte desde esta orilla del mediterraneo,
adri