Ramana Maharshi. El corazón del Yo soy.
Uno de los religiosos hinduistas más conocidos del siglo XX:
Ramana Maharshi. Fue uno de los más grandes sabios contemporáneos de la India.
Su vida es un verdadero ejemplo de realización y plenitud.
Ramana Maharshi nació el 29 de diciembre de 1879 en
Tiruchuli, en el estado de Tamal Nadu (ex Madrâs, al sur de la India) y recibió
el nombre de Venkatarâmana, del cual Ramana es una abreviatura.
A los diecisiete años, sin la ayuda de ningún gurú, tuvo su
primera experiencia mística y desde entonces vivió en permanente conciencia de
identidad con el Absoluto (Brahman). Dos meses después de esa experiencia, tomó
la firme determinación de viajar a la montaña sagrada de Arunachla. Al partir,
le dejó una nota a su hermano explicándole los motivos de su determinación:
“Tal como Él me lo ha ordenado, voy en busca de mi Padre. Me he embarcado en
una virtuosa empresa, por lo que nadie debe llorar este acto ni gastar dinero
en mi búsqueda”.
A partir de ese momento, Ramana emprendió la senda del renunciamiento. Tardó tres días en llegar a su destino y pronto encaró una intensa ejercitación espiritual. Pudo sobrevivir gracias a la bondad de algunos sadhus (monjes) y peregrinos que se encargaban de protegerlo, ya que pasaba la mayor parte del tiempo en éxtasis.
A partir de ese momento, Ramana emprendió la senda del renunciamiento. Tardó tres días en llegar a su destino y pronto encaró una intensa ejercitación espiritual. Pudo sobrevivir gracias a la bondad de algunos sadhus (monjes) y peregrinos que se encargaban de protegerlo, ya que pasaba la mayor parte del tiempo en éxtasis.
Tras años de mudo retiro en la montaña, retomó finalmente a
la palabra para responder a los que acudían de todas partes a preguntarle sobre
la vida espiritual. En Tiruvannâmalei se formó un ashram en torno a su persona.
Ramana no seguía ningún sistema tradicional, sino que hablaba según su propia
experiencia inmediata de la no-dualidad (advaita). Su manera de enseñar
consistía en responder sin circunloquios a quien le preguntaba, remitiéndole
constantemente al Sí-mismo, para cuya realización recomendaba la infatigable
búsqueda a partir de la pregunta: “¿Quién soy?”.
Durante varias décadas impartió la enseñanza del Ser, la
mayoría de las veces con el silencio elocuente. Apenas escribió y sus
enseñanzas fueron recogidas por visitantes y discípulos; en estos textos están
plasmados sus diálogos, algunas instrucciones dadas a sus alumnos y unas pocas
canciones religiosas.
Era vegetariano vegano, tenía como condición para el
desarrollo espiritual de alto nivel la necesidad de consumir alimentos puros,
es decir, no consumir alimentos basados en la matanza de animales ni sus
derivados. Fue un gran amante de los animales, siempre los cuidó y protegió de
manera maternal.
Decía: “No sabemos qué almas pueden habitar esos cuerpos y para
completar qué parte de su karma buscan nuestra compañía”.
En 1949, un sarcoma maligno apareció en uno de los brazos de
Ramana.
En una ocasión, poco antes del fatal desenlace, dijo:
“Aceptan este cuerpo como Ramana y le atribuyen sufrimientos. ¡Qué ignorancia!
Están tristes y abatidos por la creencia de que Ramana los abandonará y se
marchará. ¿A dónde puedo ir y cómo?”.
Poco tiempo después, al despedirse de sus discípulos, afirmó:
“Los occidentales tienen una palabra: ‘gracias’, pero nosotros decimos: ‘me
siento complacido’”.
El 16 de abril de ese año, poco después del atardecer, con
una sonrisa en el rostro, se extendió en su cama y dejó la vida terrenal. Hasta
hoy ese lugar es un punto de peregrinación al que acuden personas de todas
partes del mundo y la presencia de Ramana es tan fuerte como si él aún
estuviera vivo.
“La Dicha no es algo que haya que obtener, usted es siempre
la Dicha. El deseo nace de la sensación de estar incompleto. ¿Para quién existe
esa sensación de estar incompleto? Averígüelo. Usted está dichoso cuando duerme
profundamente. Ahora no lo está. ¿Qué se interpuso entre esa Dicha y esta
desdicha? El ego. Busque su origen y descubra que usted es la Dicha.
No hay nada nuevo que conseguir. Por otra parte, usted tiene
que desprenderse de su ignorancia que le hace pensar que usted es distinto de
la dicha. ¿Para quién existe esa ignorancia? Para el ego. Rastree el origen del
ego. Entonces, el ego se pierde, y subsiste la Dicha. Es eterna. Usted es Eso,
aquí y ahora. He aquí la llave maestra para resolver todas las dudas. Las dudas
surgen de la mente. La mente nace del ego. El ego surge del Yo. Busque el
origen del ego, y el Yo queda al descubierto. Subsiste eso sólo. El universo es
sólo el Yo expandido. No es diferente del Yo.”
Mensaje de Ramana:
“Cómo aquietar la
mente y los pensamientos”.
Piensen continuamente “¿Quién soy yo?” y ese pensamiento
destruirá a todos los demás.
Cuando surjan pensamientos, no hay que perseguirlos, sino
preguntarse: “¿de dónde surgen? No importa cuántos pensamientos aparezcan. En
la medida en que lo vayan haciendo, hay que indagar: “¿A quién le surge este
pensamiento?”. La respuesta que aparecerá será “A mí”. Por consiguiente, si uno
se pregunta “¿Quién soy Yo?”, la mente se remontará a su origen y el
pensamiento que surgió se aquietará. Mediante una práctica repetida de esta
manera, la mente desarrollará la habilidad de permanecer en su origen.
Aparte de la indagación, no existen otros medios adecuados.
Si se busca controlar la mente a través de otros medios, parecerá que está
controlada pero se manifestará de nuevo. También por medio del control de la
respiración, la mente se tranquilizará, pero sólo mientras dure este control, y
cuando se reanude la respiración, la mente también comenzará de nuevo a
agitarse y a vagar impulsada por las impresiones residuales. El origen de la
mente y la respiración es el mismo. El pensamiento, indudablemente, es la naturaleza
de la mente. El pensamiento “Yo” es el primero que surge en la mente, y esto es
el ego. Del mismo lugar que se origina el ego, también se origina la mente. De
modo que, cuando la mente se tranquiliza, se controla la respiración, y cuando
se controla la respiración, se aquieta la mente.
Al igual que la práctica de control de la respiración, la
meditación en las formas de Dios, la repetición de mantras, la restricción en
la alimentación, etc., no son más que ayudas para tranquilizar la mente.
Lo que realmente existe es el Ser. El mundo, el alma
individual y Dios, son apariencias en él. El Ser es aquello donde no aparece
absolutamente ningún pensamiento “Yo”.
Las reglas de conducta que debe seguir un aspirante
espiritual son: moderación en el alimento, en el sueño y en el habla.
Yo no soy mi cuerpo; soy más. Yo no soy mi habla, mis
órganos, el oído, el olfato; eso no soy yo. La mente que piensa, tampoco soy
yo. Si nada de eso soy, entonces, ¿quién soy? La conciencia que permanece, eso
soy.
A. Paoletta
A. Paoletta
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Un saludo y Namasté
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