La crisis india



Un misionero de larga trayectoria explica por qué la religión más difundida en la India, cuando es instrumentalizada por la política, desemboca en odio anticristiano.

Piero Gheddo

El hinduismo es la única gran religión que no tiene un fundador. Es un conjunto inorgánico de creencias y de ritos, que se ha formado durante milenios en un proceso incesante de transformación. Es hindú no aquel que cree en determinadas verdades dogmáticas sino quien ha nacido en una comunidad tradicional de la India cuyos miembros tienen ciertos derechos y deberes de orden social, no religiosos: reglas que tienen que ver con la dieta, la pureza ritual o las distintas formas de comportamiento social.

La dificultad para comprender la India procede también de esa indeterminación de su religión nacional, que ha creado una gran civilización uniendo a pueblos muy distintos, pero que hoy atraviesa una fortísima crisis de identidad frente al avance de la civilización moderna. Para comprender los ataques a las misiones cristianas de nuestros tiempos es necesario partir de este dato de hecho. El único fundamento dogmático, por llamarlo así, del hinduismo es la “reencarnación de las almas”. Las sagradas escrituras (escritas en sánscrito, y que se remontan a 2000-1000 años antes de Cristo) hablan claro: «Aquellos cuya vida ha sido virtuosa –dice el Chandogya Upanishad– renacen en el cuerpo de un brahmán, de un noble guerrero o de cualquier otro ser humano honorable. Aquellos que se han abandonado a los vicios renacen en seres inferiores y viles, en el cuerpo de un paria, de un perro, o de cualquier otro animal inmundo». El alma (atman) es eterna, pero vive siempre en cuerpos de hombres o de animales, pasando de uno a otro cuando la muerte del cuerpo precedente la libera, y renace según el karma de cada uno, es decir, según las acciones llevadas a cabo en la vida precedente. La existencia humana es un ciclo de nacimiento y renacimiento, hasta su definitiva liberación.
El fundamento de la India tradicional es el sistema de castas, una sociedad jerárquicamente ordenada, con derechos y deberes bien definidos para cada casta, con el fin de poder asegurar la paz de toda la sociedad y un mejor karma para todos. Las castas hacen que la sociedad hindú sea estática y, aunque fueron abolidas desde la independencia de 1947 y por la Constitución, continúan regulando la vida de cientos de millones de indios, especialmente en las zonas rurales. Sin embargo las castas crean una solidaridad real dentro de cada casta, “uno para todos y todos para uno”. Esta estructura de pequeñas unidades graníticas es el secreto de la supervivencia del pueblo hindú a través de los milenios. El hinduismo, que ha permanecido inmóvil desde siempre, se está renovando por la influencia de las misiones cristianas desde mediados del siglo XIX a través de distintas samaj (asociaciones) y de grandes personalidades religiosas, algunas de las cuales (Gandhi, Vivekananda, Vinoba Bhave, Aurobindo) están fuertemente influenciadas por la figura de Jesucristo y por el cristianismo (cosa que no sucede en la renovación islámica). El neo-hinduismo trata de conservar los valores fundamentales de la tradición hindú (sobre todo la religiosidad), rechazando, sin embargo, aquello que es incompatible con el mundo moderno. Pero mientras, tras la subida al poder de Rajiv Gandhi (hijo de Indira, asesinada en 1984) y la caída del muro de Berlín (1909), la India ha renunciado al modelo soviético de desarrollo y se ha situado con decisión en el libre mercado, lo que ha producido un boom económico y un bienestar desconocido hasta ahora. Aunque está atravesando una fuerte crisis, el hinduismo tradicional está resurgiendo por el nacimiento de distintos partidos que ocupan el lugar del Congress Party, basados en el sistema de castas y que instrumentalizan el sentimiento religioso del pueblo.

El desarrollo económico y social de la India se está viendo frenado en la actualidad por las castas, una estructura social milenaria que no desaparece de un día para otro. Por un lado están las fuerzas políticas, culturales y religiosas modernas de la India, que tienden a la democracia y a la libertad de pensamiento y de religión; por otro las fuerzas de la indutva (el nacionalismo religioso-político), que tienden a imponer en todo el país, incluso mediante la fuerza, el principio según el cual «el verdadero hindú es únicamente el hinduista», y que se enfrentan a los musulmanes (el 13% del total de la población) –que responden ojo por ojo– y a los cristianos (el 3%), que no albergan sentimientos de venganza y que terminan siendo el chivo expiatorio de la situación. Los asaltos a las misiones y a las obras cristianas se han convertido en un hecho casi cotidiano en algunos estados del centro-norte del país (Orissa, Madhya Pradesh, Uttar Pradesh, Gujarat, Bihar).

El motivo fundamental de esta violenta reacción anti-cristiana es la conciencia de que el “mundo moderno” acaba destruyendo inevitablemente la sociedad hindú tradicional. La presencia de las pequeñas comunidades cristianas entre el pueblo difunde los valores del mundo moderno: valor absoluto de la persona humana, igualdad de todos los hombres ante el Estado, igualdad de derechos del hombre y la mujer, libertad de pensamiento y de religión, justicia social. Si el pueblo hindú entra en esta lógica “moderna” abandona el hinduismo, y la India pierde su cultura e identidad profundas. Las élites hindúes, tanto religiosas como laicas, en parte a través del diálogo con el cristianismo y con la obra de las escuelas cristianas, dentro de las que se encuentran las universitarias (las más prestigiosas de todo el país, el 12%), han madurado una visión superior del hinduismo que permite de alguna manera seguir siendo hinduista viviendo plenamente dentro de la modernidad. Pero las masas populares (el analfabetismo alcanza el 35% de la población) viven todavía un hinduismo tradicional y son más fácilmente instrumentalizadas por los partidos políticos extremistas.

El extremismo hinduista contra las misiones cristianas tiene también otra motivación. La obra social de los misioneros se ha dirigido siempre a la promoción de las clases más pobres y marginales. Entre los “sin casta” (dalit o paria, en la actualidad cerca de 150 millones) y los tribales (otros 80 millones), las misiones han llevado a cabo un papel magnífico, reconocido incluso por los gobiernos indios: han permitido que los pobres tomen conciencia de su dignidad y de sus derechos. Cualquiera que visite las regiones habitadas por los parias o por los tribales, si las compara con lo que sucedía hace 20 ó 30 años, puede testimoniar la profunda revolución social realizada sin violencia alguna, sólo con la educación de las personas. Desde hace más de 50 años visito la India y Andhra Pradesh, en donde trabajan los misioneros italianos del Pime, y cada vez me maravillo más de los pasos gigantescos dados por los mismos parias. Por citar sólo un ejemplo, allí donde en 1964 vivían los parias “siervos de la gleba”, que trabajaban durante días en las posesiones de los terratenientes, hoy se levantan dos universidades fundadas por los misioneros para ellos (Ingeniería y Medicina). ¡Es fácil comprender los intereses que están detrás de aquellos que no quieren esta promoción de los sin casta!

Dentro del mundo no cristiano, la India es en la actualidad el país más cercano a Cristo y al Evangelio, no sólo por su Iglesia viva y floreciente, sino por la penetración de los valores cristianos en su cultura. Las misiones y las comunidades cristianas han tenido una gran influencia en la maduración y renovación del Hinduismo. Gandhi quería una India avanzada, pero no materialista y atea, y las raíces de la India moderna son muy distintas de las del Occidente cristiano: éstas son ateas y anti-cristianas (ilustración, filosofía idealista, marxismo), mientras que las hindúes son teístas y están influenciadas por el Evangelio y por las Bienaventuranzas. No es de extrañar pues este extremismo hinduista. Es necesario rezar y sostener de cualquier forma posible a los cristianos de la India,la tierra de santo Tomás.

http://www.gheddopiero.it/index2.htm

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Adri: Siempre creí en la reencarnación y en el Cristianismo. Me costó mucho unir ambas creencia. Con la ayuda De Sai Baba que dice q profundicemos en nuestra propia religión, pude aunar estos caminos que nos llevan siempre hacia ADENTRO. Un beso y MUCHA LUZ PARA TODOS!!!!!
Lic. Adriana Paoletta ha dicho que…
Si , es verdad lo que decís a veces es bueno integrar distintos saberes religiosos para entender el misterio!

Besos y gracias por tus comentarios!

Abrazo mágico
Adriana

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