Breve explicación del renacimiento para el budismo.
El renacimiento no es la reencarnación del “yo”.
El budismo enseña que no siempre se experimentan los resultados del karma de forma inmediata; en ocasiones se cumplen mucho más tarde, incluso en otra vida. A lo largo de los años, los budistas han sostenido que el proceso de volver a ser se produce no sólo en esta vida, donde nos renovamos cada minuto, sino también más allá de la barrera aparente de la muerte, donde nuestra voluntad determina, asimismo, la forma en que renacemos. En este sentido, “renacimiento” no es sinónimo de “reencarnación”. No se trata de que una esencia espiritual fija e inamovible encuentre cobijo en otro cuerpo cuando el primero ya se ha gastado. Lo que ocurre es que el ritmo de cambio continuo sigue su curso, del mismo modo que una llama de fuego avanza por un conjunto de ramas, pasando de una a otra. La llama nunca cesa de cambiar. De igual modo, nunca es el mismo “yo” el que renace.
El renacimiento: un concepto difícil de aceptar
La idea del renacimiento resulta difícil de aceptar para algunos budistas occidentales, quienes argumentan que, a falta de evidencias empíricas, la postura más razonable a este respecto es el agnosticismo. Otros afirman que, aunque escasas, sí existen algunas pruebas, ya sea empíricas o de otra clase, que refuerzan la teoría del renacimiento. * Aducen toda una serie de estudios científicos sobre el tema: ejemplos de regresión hipnótica, el recuerdo involuntario de detalles sobre vidas pasadas, experiencias cercanas a la muerte y el caso de niños prodigio como Mozart, que interpretaba y componía a la edad de cuatro años. Asimismo, algunos mantienen que existen más pruebas (aunque de poca relevancia) de la continuación de la conciencia después de la muerte que de su fin, teoría que, por definición, no se halla sujeta a determinación empírica.
Bien pensado, el renacimiento es de lo más cotidiano.
Independientemente de las tendencias actuales en Occidente, durante los últimos 2,500 años, ningún maestro budista reconocido, por muy iconoclasta que sea, ha cuestionado la idea del renacimiento, una doctrina budista tradicional. Si consideramos nuestra propia experiencia con detenimiento, observaremos que el proceso de renacer tiene lugar a lo largo de la vida. De hecho da la impresión de que morimos y renacemos continuamente. Así, como siempre nos renovamos, nunca somos exactamente los mismos de un día para otro. Visto de este modo, la idea de que la voluntad que determina ese renacimiento continúa operando después de la muerte no parece más absurda que la teoría occidental que sostiene que, de alguna forma, la conciencia surge de la nada en algún momento entre la concepción y el nacimiento. Aunque aceptemos esta premisa o, incluso, la consideremos “científica”, en realidad no es más que una doctrina de aparición milagrosa: la conciencia surge de la nada milagrosamente. Desde este punto de vista, quizá la doctrina del renacimiento no es tan extraña después de todo.
Los actos cuentan
La idea del renacimiento aparece unida a una afirmación muy alentadora. Los esfuerzos espirituales nunca son en vano. Todos los esfuerzos destinados al crecimiento se conservan, por así decirlo y en su momento producen los resultados esperados. Esto significa que todos nuestros actos cuentan y que siempre vale la pena esforzarse en ser positivo. En cualquier caso, para ser budista no es absolutamente necesario creer en el renacimiento. En cambio, sí se debe tener la convicción de que es posible alcanzar la iluminación a lo largo de la vida.
* Véase Martín Willson, Rebirth and the Western Buddhist, Wisdom Publications, 1984; y Sangharákshita, Who is the Buda? Windhorse Pubications, 1944.
Fuente: Budismo, Kulananda, Windhorse Publications.
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