¿Qué mundo necesitamos?



El ser humano ha ido aumentando el nivel de conciencia, de eso no cabe ninguna duda, desde las hordas pre-hominidas a hoy nuestra comprensión sobre quiénes somos y el significado de estar vivo ha evolucionando. Abraham Maslow, Jean Gebser, Clare Graves, Don Beck, Chris Cowan, Ken Wilber, Sri Aurobindo y tantos otros nos han demostrado que las visiones del mundo han estado sujetas a un proceso evolutivo cuyo sustrato de propagación han sido los memes. Las “visiones de mundo” son los modos de percibir y experienciar la realidad que construye y ha construído la humanidad, a lo largo de su desarrollo y se manifiesta de manera diversa en las distintas culturas y tiempos.

Nunca ha habido tanta gente con un nivel de educación, de bienestar y de libertad tan alto pero, a su vez, son mayoría quienes experimentan una alienación, una separación de sí mismo, que los entrega a la irresponsabilidad del consumismo y el desprecio al prójimo. Así mismo, nunca como hoy la civilización ha poseido los medios a su alcance como para terminar con el flagelo de la pobreza. El sufrimiento tiene dos sentidos: el del pobre que es excluido y el del aquel que tiene demasiado que se aliena en su propio individualismo decadente.

Tenemos que sentir que es nuestra responsabilidad, la de cada uno, llevar a la humanidad hacia un futuro mejor. Tenemos que experimentar una conexión emocional con el hecho de que somos parte de de algo más grande y que nuestra obligación es primero hacia el proceso y después hacia nosotros mismos. Bien se podría postular una paradoja que supone que cuanto más nos brindamos al prójimo más felices podemos ser, sin embargo el temor a la muerte que se traduce en la codicia por acaparar, nos cierra al acto de dar y por lo tanto bloquea nuestro potencial de ser en más pleno estado. A menos que una gran minoría tome conciencia en este sentido no creo que nada cambie. Después de la ruptura con las tradiciones religiosas institucionalizadas, se ha desarrollado en occidente una espiritualidad demasiado personal. Por ejemplo, el movimiento de la New Age tiene una comprensión sofisticada del ser, pero su espiritualidad es muy narcisista e individualista. Lo que tenemos que hacer ahora es crear un contexto más amplio para abrazar el futuro con miras a crear las condiciones para el desarrollo interior de todos.



Estoy convencido que el próximo salto en la evolución de la conciencia de nuestra especie es un salto más allá de la individualidad. Ahora tenemos un ego muy desarrollado en el sentido negativo. Lo positivo es que existe una gran capacidad para la individuación. Necesitamos que individuos con más poder material en el mundo empiecen a experimentar la unidad con el todo, es decir, la no diferenciación entre los todos Yo. Es hoy necesario que en el mundo se reproduzca una clase dirigente con visión integral, capaz de incorporar en sus ámbitos de actividad visiones transpersonales, transubjetivas, interdependientes, colaborativas, solidarias y que promuevan la conciencia colectiva y la comunidad global. Se trata de desarrollar una globalización como fin para el bienestar global y no como medio para beneficio individual. Me refiero a políticos, empresarios, dirigentes, en sí, a verdaderos líderes que den lugar a una cultura holística en el que el tratamiento de los problemas que tiene el mundo de hoy impliquen considerar a todos sus componentes, con sus relaciones obvias e invisibles y enfaticen la importancia del todo, que es más grande que cada parte.

La pregunta clave es: ¿cómo puede surgir una clase dirigente con estas características, si la forma en que esta surge es a partir de la lucha competitiva despiadada que está totalmente enajenada y alejada de este paradigma integral?

Andres Schuschny

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