Sahaja Yoga. Despierta tu energía Kundalini
La acción de la Kundalini (energía de alto potencial electromagnético) sobre el sistema límbico inhibe el área hipotalámica posterior produciendo varios efectos, como la disminución de la frecuencia respiratoria y cardiaca, de la presión sanguínea, de la temperatura de la piel, así como una reducción del lactato en sangre y del ácido vanil-mandélico urinario y un aumento del nivel de resistencia galvánica de la piel.
El Dr. Umesh Rai asegura que las investigaciones realizadas por diversos médicos permiten hoy trabajar con la hipótesis de que el despertar de la energía Kundalini mediante el método de meditación de Sahaja Yoga ayuda a aliviar el estrés profundamente arraigado en el individuo y las tensiones provocadas por la actividad diaria, y que este método puede resultar de gran utilidad en la prevención, e incluso curación, de las enfermedades psicosomáticas.
Este investigador afirma que la acción del hipotálamo sobre los centros medulares mediante la activación del sistema reticular ascendente puede explicar estos efectos. La baja concentración del lactato en la sangre podría deberse, dice, a un descenso en la producción de adrenalina por la acción del hipotálamo sobre la médula suprarenal.
El descenso del índice de adrenalina, según el Dr. Rai, reduce los síntomas de ansiedad, lo que, junto con la profunda relajación que produce la meditación, refuerza el hipotálamo para generar un estado de tranquilidad. Además, la acción de la energía Kundalini sobre el sistema límbico inhibiría el área cerebral donde se produce la rabia, el miedo y los comportamientos agresivos y estimula el centro del placer, ubicado en la parte medio-anterior del cerebro, originando un estado de felicidad y de gozo.
Ej . para despertar kundalini:
Coloca tu mano derecha sobre el corazón y, de una forma tranquila y reposada, pregunta tres veces:
"Madre, ¿soy yo el Espíritu?"
A continuación coloca tu mano derecha sobre la parte superior del abdomen, a la altura del estómago, por debajo de las costillas y, desde el corazón, pregunta tres veces:
"Madre: ¿soy yo mi propio maestro?"
Después coloca tu mano derecha en la parte inferior del abdomen, presionando un poco sobre la ingle izquierda, y repite seis veces:
"Madre, por favor, dame el conocimiento de la Verdad"
A continuación coloca de nuevo tu mano derecha sobre la parte superior del abdomen, a la altura del estómago, por debajo de las costillas, haz la siguiente afirmación diez veces:
"Madre, yo soy mi propio maestro"
De nuevo coloca tu mano derecha sobre el corazón y, lleno de confianza y desde lo más profundo de tu interior, afirma unas doce veces:
"Madre, yo soy el espíritu"
Después coloca tu mano derecha en la parte izquierda del cuello y gira la cabeza hacia la derecha. Para limpiar este centro, debe desaparecer todo sentimiento de culpa. Para ello afirmamos unas dieciséis veces:
"Madre, yo no soy culpable de nada"
Ahora coloca tu mano derecha sobre la frente, presionando ligeramente las sienes. Para limpiar este centro debemos perdonar. Desde el interior, y con total sinceridad, repite varias veces:
"Madre, yo perdono a todo el mundo y me perdono a mí mismo"
A continuación, coloca tu mano en la nuca y pide perdón por todos los errores que puedes haber cometido, consciente o inconscientemente. No te sientas culpable. En tu interior repite varias veces:
"Madre, si he cometido algún error en contra de mi espíritu, consciente o inconscientemente, por favor perdóname"
Manteniendo los ojos cerrados, presionamos con la palma en el centro de la cabeza, al tiempo que masajeamos con suavidad el cuero cabelludo girando en el sentido de las agujas del reloj siete veces. Cada vez que gires, pide con humildad:
"Madre, por favor, dame la conexión con el divino"
Ahora, siéntate unos minutos en meditación y disfruta de la paz.
Cuando termines, levanta tu mano derecha unos 10 cm. Por encima de tu cabeza y comprueba si sientes en la palma de la mano una ligera brisa fresca que sale de la fontanela. Ahora cambia la mano derecha por la izquierda y comprueba si también la sientes.
Adriana Paoletta
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