El camino de las virtudes: la Templanza, σωφροσύνη (sōphrosynē)
Hablar del camino de las virtudes hoy en día es una forma que tengo para recuperar el espacio perdido de los valores espirituales. A lo largo de este año en las prácticas de meditación,hemos cultivado la claridad de la mente, para desarrollar el florecimiento de las virtudes. Ayer en nuestra despedida de meditación surgió el trabajo de la Templanza. Realmente sabemos cómo cultivarla?
Desde la antigüedad, con Platón, se enumeran cuatro virtudes cardinales: templanza, fortaleza, prudencia y justicia. La justicia es la firme disposición a reconocer a cada cual lo que le corresponde. Otras virtudes afines son la adoración (a Dios), la piedad, el respeto, la obediencia y la gratitud.
El centro de la ética socrática es el concepto de areté, virtud, esto es, la disposición última y radical del hombre, aquello para lo cual ha nacido propiamente, y esta virtud es ciencia. El hombre malo lo es por ignorancia; el que no sigue el bien es porque no lo conoce, por eso la virtud, dice, se puede enseñar (ética intelectualista) y lo necesario es que cada cual conozca su areté. Este es, señala, el sentido del imperativo socrático: conócete a ti mismo. Por eso es un imperativo moral, para que el hombre tome posesión de sí mismo, sea dueño de sí, por el saber.
La prudencia consiste en elegir correctamente los medios hacia el fin último y obrar correctamente en cada caso particular. Afines a la prudencia son la reflexión, la claridad y la seguridad.
La fortaleza o valentía es la disposición a sobrellevar males y no retroceder ni ante la muerte en atención a fines elevados. Virtudes afines son la paciencia, la confianza en uno mismo, la tenacidad y la constancia.
La Templanza (Sophrosyne en Griego) es la práctica de la moderación. Era una de las cuatro virtudes "cardinales", tenidas por vitales en la cultura helénica. Es una de las Cuatro Virtudes Cardinales consideradas centrales en el comportamiento cristiano y es un importante pilar de los códigos morales del resto de las religiones mundiales. Atraviesa su cultivo todo el Budismo.
La templanza es la disposición a contener el placer sensitivo dentro de los límites de la razón. Especies de la templanza son: la moderación en el comer, la sobriedad en la bebida y la castidad en el plano sexual. También emparentadas con la templanza están el dominio de sí mismo, la humildad, la mansedumbre que refrena la ira, la clemencia en el castigar y la modestia en el aparecer exterior.
Clasicamente, la templanza era definida como el gobierno de los apetitos naturales por los placeres de los sentidos, dentro de los límites de la razón. No hay virtud posible sin la capacidad de controlarse a uno mismo, si a la virtud se le opone algún deseo; es por éso que se denominan "cardinales", donde "cardinales" significan "pivotales" o "fundamentales".
Las virtudes de la abstinencia, castidad y modestia son consideradas subclases de la virtud de la templanza, al gobernar la práctica de la comida y de la bebida, de la actividad sexual y la restricción de la vanidad.
Por lo que respecta a la teología cristiana, la palabra templanza traduce en algunos casos la palabra griega engkrateia, que significa auto-control o disciplina. Se considera Fruto del Espíritu Santo, es decir, muestra palpable de la influencia del Espíritu Santo en la vida del creyente. Con eso no se quiere decir que toda persona disciplinada es un creyente o que está necesariamente influido por la acción del Espíritu. Más bien, quiere decir que el creyente que continuamente vuelca su vida en Dios, será influenciado por el Espíritu Santo de ésta manera.
La Sophrosyne (σωφροσύνη) griega es un término filosófico griego, que etimológicamente significa cordura moral y por consiguiente, auto-control o moderación guiada por un auténtico auto-conocimiento.
Los griegos mantenían el ideal de sophrosyne, que significa prudencia y moderación, pero su significado último es complejo, tan importante para los antiguos, es complicado trasladarlo a época contemporánea. Quizá lo resumen mejor las dos frases del Oráculo de Delfos, "Μηδὲν ἄγαν" ("Nada en demasía") y γνῶθι σεαυτόν ("Conócete a tí mismo").
El término sugiere una vida larga y feliz en la que las propias necesidades filosóficas están satisfechas, similar a la idea de iluminación a través de un armonioso vivir. Es un ideal clásico casi perdido, pero recientemente está gozando otra vez de favor, gracias al énfasis que pone en que los individuos vivan dentro de los límites de la razón y de la naturaleza. Tal cosa se lleva a cabo a través de sabiduría práctica y auto-conocimiento. Abundan los paralelismos con el pensamiento oriental, en el Hinduísmo, Budismo y Taoísmo.
La palabra se encuentra en los escritos de la Grecia Antigua, especialmente en el diálogo platoniano "Cármides", donde refiere a la evitación de los excesos en la vida diaria. Este término en el uso de Platón está conectado con el pitagórico "harmonía".
En Teología Cristiana, especialmente en la forma greco-patrística, la palabra sophrosyne ha venido a significar pureza, integridad y virginidad.
Hypatia de Alejandria es contemplada como un ejemplo de sophrosyne. Su biógrafa Marie Dzielsky apunta que Hypatia permaneció virgen durante toda su vida
Ejemplos de este término a menudo aparecen en la literatura griega también. Es buena idea observar el personaje de Deianeira en "Las Traquínias" de Sófocles. Aquiles en "La Ilíada" cuando Agamenón se lleva a Briseis o Edipo en "Edipo Rey" son ejemplos de personajes sin sophrosyne. El "Symposium" de Platón puede ser subtitulado con precisión "Acerca de la Sophrosyne," y el personaje de Socrates es la sophrosyne ejemplificada.
Ser moderados o sobrios según Juan Pablo II
Cuando hablamos de las virtudes -no sólo de estas cardinales, sino de todas o de cualquiera de las virtudes-, debemos tener siempre ante los ojos al hombre real, al hombre concreto. La virtud no es algo abstracto, distanciado de la vida, sino que, por el contrario, tiene "raíces" profundas en la vida misma, brota de ella y la configura. La virtud incide en la vida del hombre, en sus acciones y en su comportamiento. De lo que se deduce que, en todas estas reflexiones nuestras, no hablamos tanto de la virtud cuanto del hombre que vive y actúa "virtuosamente"; hablamos del hombre prudente, justo, valiente, y por fin, hoy precisamente, hablamos del hombre "moderado" (o también "sobrio").
Añadamos en seguida que todos estos atributos o, más bien, actitudes del hombre, provienen de cada una de las virtudes cardinales y están relacionadas mutuamente. Por tanto, no se puede ser hombre verdaderamente prudente, ni auténticamente justo, ni realmente fuerte, si no se posee asimismo la virtud de la templanza. Se puede decir que esta virtud condiciona indirectamente a todas las otras virtudes; pero se debe decir también que todas las otras virtudes son indispensables para que el hombre pueda ser "moderado" (o "sobrio").
El dominio de sí mismo
El mismo término «templanza» parece referirse en cierto modo a lo que está "fuera del hombre". En efecto, decimos que es moderado el que no abusa de la comida, de la bebida o de los placeres; el que no toma bebidas alcohólicas inmoderadamente, no enajena la propia conciencia por el uso de estupefacientes, etc. Pero esta referencia a elementos externos al hombre tiene la base dentro del hombre. Es como si en cada uno de nosotros existiera un "yo superior" y un "yo inferior". En nuestro "yo inferior" viene expresado nuestro "cuerpo" y todo lo que le pertenece: necesidades, deseos y pasiones, sobre todo las de naturaleza sensual. La virtud de la templanza garantiza a cada hombre el dominio del "yo superior" sobre el "yo inferior".
¿Supone acaso dicha virtud humillación de nuestro cuerpo? ¿O quizá va en menoscabo del mismo? Al contrario, este dominio da mayor valor al cuerpo. La virtud de la templanza hace que el cuerpo y nuestros sentidos encuentren el puesto exacto que les corresponde en nuestro ser humano. El hombre moderado es el que es dueño de sí. Aquel en el que las pasiones no predominan sobre la razón, la voluntad e incluso el "corazón". ¡El hombre que sabe dominarse a sí mismo! Si esto es así, nos damos cuenta fácilmente del valor tan fundamental y radical que tiene la virtud de la templanza. Esta resulta nada menos que indispensable para que el hombre "sea" plenamente hombre. Basta ver a alguien que ha llegado a ser "víctima" de las pasiones que lo arrastran, renunciando por sí mismo al uso de la razón (como, por ejemplo, el uso del alcohol o las drogas que nublan la conciencia), y comprobamos claramente que "ser hombre" quiere decir respetar la propia dignidad y, por ello y además de otras cosas, dejarse guiar por la virtud de la templanza.
Dedicado a Maju que vino desde el Sur y nos acompanó en el cultivo de esta necesaria virtud.
Adriana Paoletta
Comentarios
El Dharma nos protege.
Besitos.
Gra
Respecto a este último, te referís claramente en tu articulo, por lo que huelgan las palabras.
Sobre el "contentamiento" poco se escribe en los libros, y entiendo que mucho de él se necesita para experimentar la templaza. Lógico que no hablo de una resignación frente a lo que hay, que resulta muy diferente.
Y qué decir de tapas?; la disciplina "templada" a fuego para el control y obtención de las aspiracines.
Qué lindo es darse cuenta que, en diferentes tiempos y lugares, los grandes sabios siempre dijeron lo mismo!!
Gracias
Adri
Shanti en tu corazón
Adri
Gracias por detenerte a pensar y plasmarlo en palabras.
Shanti en tu corazón
adri
Saludos