Cocina Zen¿Quién cocina a quién?



Un monje le dijo a Joshu: “Acabo de entrar a este monasterio. Por favor enséñame”. Joshu preguntó: “Has comido tu potaje de arroz?”. El monje responde: “Ya he comido”. Joshu dice: “Entonces será mejor que laves tu plato.”


Sogyô, uno de los principales maestros del arte del té, intervino en una ceremonia de un templo Zen donde se ofrecía una taza a todos los monjes. El té preparado por Sogyô era el más delicioso de todos. Un antiguo maestro, Gesshu, le preguntó a Sogyô si añadía algo más a la bebida aparte del té. Sogyô respondió: “Sí, incluyo un poco de consideración”.

Edward Espe Brown se inició en el Zen de la mano de Suzuki Roshi en el año 1965. En sus comienzos, un día le preguntó a su maestro si tenía algún consejo que darle. La respuesta de Suzuki Roshi fue: “cuando laves arroz, lava el arroz, cuando cortes las zanahorias, corta las zanahorias y cuando remuevas la sopa, remueve la sopa”.

En este delicioso documental, “Cómo cocinar tu vida”, la conocida directora alemana Doris Dörrie acompaña al maestro zen Edward Brown en sus conferencias y en sus clases de cocina para comprobar que cocinar, o mejor dicho, saber cómo cocinar, es cuestión de cuidarse uno mismo y cuidar a los demás. Pero no esperes obtener un recetario Zen, aprender algún secreto de cocina Zen o aprender a cocinar mejor que Karlos Arguiñano. La película no va de eso. Como diría el legendario Daisetz T. Suzuki: “Para alcanzar la maestría en un arte, no basta conocimiento técnico. Uno debe transcender la técnica de manera que el dominio se convierta en un arte sin artificio y emane directamente de lo inconsciente”.


Es reconfortante acudir a la proyección de este tipo de films que nos recuerdan la pérdida cultural que supone no solamente el no saber hacer pan con nuestras manos, sino también el olvidar el estrecho vínculo que existe entre respetar la comida y respetarnos a nosotros mismos. Como dice su directora, “hay dos cosas que tenemos que aprender de nuevo: conocer los ingredientes de los platos y volver a sentir respeto por la comida y por nosotros mismos.”

Más allá del debate entre vegetarianismo o no (yo no soy vegetariano, pero soy selectivo en cuanto carnes y como buen mediterráneo me encantan las ensaladas, verduras, legumbres, cereales, la fruta de verano y por supuesto el aceite de oliva) y la polémica de la “comida basura”, existe un aspecto crucial donde pone el acento Doris Dörrie y el maestro Edward Brown: El respeto por la comida y por nosotros mismos están conectados entre sí. Hemos desarrollado la habilidad de desconectar de nosotros mismos. No pensamos de donde vienen el arroz, los tomates y la carne. No pensamos en que las cosas están relacionadas entre sí. Sin embargo lo están. Por poner un ejemplo del día a raíz de la reciente polémica sobre el cupo de inmigrantes: la tierra, la semilla, el agua, la luz, el agricultor que cultiva fresas en Huelva, el inmigrante subsahariano que bajo un sol abrasador las recolecta, el camionero que las traslada y el consumidor que las come están unidos por algo más que una cadena logística. Estamos en conexión con todo y esa fresa que nos llevamos a la boca materializa ese vínculo.



Evidentemente hay varias lecturas: podemos considerar esa fresa como “combustible para el cuerpo” (como si nuestro cuerpo fuera poco más que una máquina, lo que ya dice mucho sobre la pre-concepción subyacente), como “capricho para los sentidos” (como si nuestro paladar no evolucionara y se hubiera estancado en la etapa infantil de las chuches) o también podemos realizar una lectura “a la sistémica” y considerar que además de ser combustible y manjar para los sentidos, existe una visión más elevada y transcendente (sin ser religiosa en el sentido ortodoxo) que nos permite reconciliarnos con nosotros y el medio ambiente pues ese fruto es también un vínculo entre nosotros, la tierra y el agua, entre nosotros y el esfuerzo humano aparejado, entre nosotros y la vida. De ahí el énfasis hacia la necesidad de cuidado, respeto y consideración hacia la comida.

Esto es lo que enseña esta pequeña joya que ví ayer: En nuestra cocina estamos en conexión con todo el universo. Cómo cocinamos la comida y cómo la cocina nos “cocina a nosotros”. De algún modo al cocinar también “somos cocinados”, pues nuestra actitud en la cocina, en la selección y preparación de los alimentos, son un reflejo de lo que somos, como nos consideramos a nosotros mismos y a los demás. Al cocinar, “cocinamos” también nuestros valores de respeto y consideración hacia nuestro cuerpo-mente, “cocinamos” nuestro respeto y consideración hacia las demás personas que van a disfrutar de nuestra cocina y “cocinamos” nuestra conciencia de vinculación con el mundo y el universo que ha hecho posible la materialización de esos alimentos. La dualidad cartesiana queda en entredicho en la cocina Zen: no hay separación entre cuerpo y mente antes, durante y después de cocinar, pues cocinamos con y para nuestro cuerpo-mente y comemos con y para nuestro cuerpo-mente.

Si algo hay de fascinante en el Zen es esta ausencia de muros conceptuales: no diferencia entre cocina y templo, entre cuerpo y mente, entre profano y transcendente. Por eso me atrae el Zen: en su esencia es sistémico, unificador, rompe-barreras, sin artificios y sin peajes ideológicos o metafísicos que acatar. En este sentido me congratula que un pensador sistémico como el físico Fritjof Capra le dedique un espacio específico en sus obras y en su vida al Zen.

Pero, un momento, no tan rápido, ¿qué es entonces el Zen? inquiere nuestra perspicaz mente occidental adicta a la definición, categorización y clasificación. Cuando a un maestro Zen se le pidió que definiera el Zen, dijo, “Cuando tengo hambre, como, cuando estoy cansado, duermo.”. Podría ofrecerte una aproximación intelectual, pero aún así eso no sería Zen, por ejemplo: recobrar la naturalidad de nuestra naturaleza original. ¿¿??. Sin embargo, eso no es Zen, pues cualquier conceptualización sobre el Zen está abocada al fracaso (pienso que tal vez eso lo hace interesante para nuestra mente occidental, pues el Zen se escapa continuamente cual anguila de la Albufera a la conceptualización, constituyendo un desafío para nuestra cultura y filosofía occidentales, que busca infructuosamente capturar su esencia) y aunque existen multitud de libros Zen mi recomendación es bien simple: el Zen no se estudia, se practica (Zazen). Por eso el Zen es indisociable del Zazen: siéntate, mantén la columna vertebral recta y observa el ritmo de tu respiración. Y lo que tenga que venir, vendrá. O no. Como dice el maestro Dokushô Villalba “Siéntate y siéntete.”. “Eso” es Zen, y “eso” no se puede expresar con palabras. De ahí que la escasa enseñanza verbal de los maestros Zen se exprese muy a menudo en forma de paradojas o koans. Este es uno de mis koans preferidos:


Dos monjes miraban una bandera ondeando en el viento. Uno de ellos dijo:
- “Es el viento que la mueve”.
El otro le respondió:
- “No estoy de acuerdo, es la bandera la que se mueve.”
Pero un patriarca Zen que estaba de pie muy cerca de ellos les dijo:
- “Ni la bandera ni el viento se mueven… es la mente la que se mueve.”



En palabras de un dicho Zen muy famoso: “Antes de estudiar Zen, las montañas son montañas y los ríos son ríos; mientras estás estudiando Zen, las montañas ya no son montañas y los ríos ya no son ríos; pero una vez que alcanzas la iluminación las montañas son nuevamente montañas y los ríos nuevamente ríos.”

A pesar de su encuadramiento al modo occidental como “religión budista”, el Zen no está interesado más que colateralmente en la doctrina de Buda (los llamados Sutras, el equivalente a los Evangelios para los cristianos o el Corán para los musulmanes), pues su objetivo no es ni más ni menos que el alcanzar la experiencia de Buda: la iluminación, una experiencia conocida en Zen como satori. Aunque, con permiso del admirado Jiddu Krishnamurti, diría que la iluminación no es perseguible como quien busca un objeto precioso o va de un espacio-tiempo A a un espacio-tiempo B, sino más bien la iluminación nos alcanza, viene a nosotros, no nosotros a ella, nos llega sin buscarla una vez le has hecho sitio en tu interior. En este sentido la iluminación es una experiencia a la que estamos llamados todos, aunque dependiendo de las culturas se la llame de formas diferentes: nirvana, satori, éxtasis, experiencia de dios, etc.

La experiencia de la iluminación es la esencia del Budismo y en este sentido el Zen se centra en esa experiencia y no está interesada en ninguna interpretación más allá de esta. Al Zen no le interesa teorizar sobre la iluminación. En este sentido es impropio hablar de una Teología Zen o una Metafísica Zen. Sería un contrasentido pues la experiencia del Zen es la experiencia de la iluminación, y dado que esta experiencia trasciende toda categoría de pensamiento, el Zen no se interesa en ninguna abstracción ni conceptualización de la misma. El Zen no tiene ninguna doctrina o filosofía especial, ningún credo ni dogma formal que acatar y enfatiza su libertad frente a los corsés doctrinales, esto le hace verdaderamente original, algo que en el ámbito cristiano podría enlazar con la vía de los místicos y en el ámbito musulmán con la vía de los sufíes. El “Ama y haz lo que quieras” de Agustín de Hipona y el “Por mucho que hable de amor o lo defina, cuando llego al amor me avergüenzo de mis palabras” de Yalal ad-Din Muhammad Rumi son muy Zen. Es puro Zen.

Uno de las obras más interesantes de Zen para occidentales que leído es “Zen en el arte del Tiro con Arco” escrito por el filósofo alemán Eugen Herrigel al que alguna vez me he referido y que al igual que el film protagonizado por el maestro Edward Drown, apenas teoriza sobre Zen, una constante en los maestros Zen, que parece que huyen de conceptualizar algo que está más allá de nuestra pequeña mente clasificadora. Herrigel utilizó más de cinco años con un renombrado maestro japonés en arquería para aprender su arte y nos da en su libro las claves de cómo experimentó Zen a través del tiro con arco. Herrigel nos describe como el tiro con arco le fue presentado como un ritual que es bailado en movimientos espontáneos, libres de esfuerzo y propósito. Le tomó muchos años de práctica, como aprender a estirar el arco a lo Zen, con un tipo de fuerza no forzada, y como liberar la cuerda sin intención, dejando que el tiro “caiga del tirador como una fruta madura”. Cuando llegó al clímax de perfección, el arco, la flecha, el objetivo y el arquero, todos se fundían los unos en el otro y él no disparaba sino que “eso” lo hacía por él.

“Eso” experimentable y no definible de lo que habla Herrigel es Zen, lo experimentemos en la sala de meditación o en el autobús, en la cocina o en el arte del tiro con arco, en la soledad de la montaña o en la plaza del mercado, porque, como diría la mística abulense Teresa de Cepeda y Ahumada “También entre los pucheros anda el Señor”.


Para saber más: Edward Espe Brown en Wikipedia [inglés]

Tassajara Zen Mountain Center en Wikipedia [inglés]

Zen en el Arte del Tiro con Arco en Wikipedia [inglés]

Zen en Wikipedia [castellano]

Zazen en Wikipedia [castellano]

Origen y desarrollo del Zen por Allan Watts

Zen por Fritjof Capra

Textos de Grandes Maestros Zen

¿Qué es la Meditación Zen? por Francisco Mesa Suárez

Luz Serena. Comunidad Budista Soto Zen

Blog del maestro Dokushô Villalba

Jiddu Krishnamurti en Wikipedia

Misticismo en Wikipedia

Orden Cartuja en Wikipedia

Sufismo en Wikipedia

Film Cómo cocinar tu vida, de Doris Dörrie en Karma Films

Fim El gran silencio, de Philip Gröning en Film Affinity

Film Bab'Aziz el sabio sufí, de Nacer Khemir en Karma Films

VIA: PENSAMIENTO SISTEMICO

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Comentarios

Nora ha dicho que…
Querida Adriana, muy interesante la nota!

Permíteme hacer un comentario con todo el amor de que soy capaz: quizá la extensión desanimen su lectura hasta el final y por tanto no ponen comentarios. Quizá esta nota da para tres!!
Un abrazo inmenso!!
Nora

PD. Igual puedes no hacer caso. Yo no he hecho caso a muchas de las sugerencias que me hicieron para mi blog!! ja! Otro abracito...
Lic. Adriana Paoletta ha dicho que…
Si es cierto Nora. En cuanto al concepto del blog, la información debería ser más sustancial y breve. lo intentaré para el próximo post. Gracias por la sugerencia, encantan las crítcas constructivas!!!!

un abrazo de luz!
Adriana

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